En el siglo XVIII, se produjo una verdadera revolución en la arquitectura naval: los buques empezaron a ser uniformes y los barcos pasaron a ser más conocidos por su velamen que por su forma: fragatas, corbetas, bergantines. Finalmente, en el siglo XIX, se incorporó la máquina de vapor en el barco y se introdujeron nuevos materiales –como el hierro- en la construcción de los buques, y se dio un gran impulso a la actividad comercial marítima, abandonando la vela como sistema de propulsión.
Los clípers fueron –sin pretenderlo- la causa de un fenómeno global en la indumentaria de la gente durante el siglo XX y XXI. Cuando empezaron a perder la carrera contra el vapor, muchos barcos fueron desguazados, abandonados o malvendidos. Lo mismo ocurrió con los equipos que necesitaban y eso provocó la caída en picado de los precios de los efectos navales. En aquella época, un joven comerciante llamado Oscar Levi Strauss tuvo una idea que hizo historia. Aquel joven compró a muy buen precio una gran cantidad de tejido de vela de clípers que nadie quería. Era una ropa resistente que tiñó de color azul y lo convirtió en pantalones de trabajo para todo tipo de tareas en el campo, las minas, etc.